ESCRITOS DE UN MINUTO PARA REFLEXIONAR UN RATO

Sacar brillo a una superficie opaca, que ha acumulado años de existencia, con cuidados y descuidos, con polvo, grasa, jabones, disolventes, alimentos, líquidos, objetos calientes, objetos fríos, arañazos, raspones, golpes… sacarle brillo a esa superficie, devolverla a su estado original, brillante, liso, radiante, atractivo, no es tarea fácil y se asemeja a nuestros esfuerzos por encontrar nuestra esencia, lo que en realidad somos, aquello que, al devolvernos a lo que siempre fuimos, nos mostrará la claridad de lo que seremos.

Podemos estar hablando de una mesa de madera o de un corazón de piedra. La idea es la misma. Primero es necesario utilizar medidas drásticas, herramientas fuertes para remover las protuberancias más notorias, para tratar de lograr una superficie más uniforme que nos permita entonces utilizar otros recursos para empezar el arduo y repetitivo trabajo de pulir una y otra vez buscando la mayor uniformidad posible.

Son horas, días, incluso meses y, en algunos casos, hasta años de constancia y perseverancia, porque cuando ya creemos que hemos logrado el objetivo, surgen nuevas cicatrices, algunas más profundas, que nos llevan de alguna forma a «empezar de cero» después de haber dedicado lo que pensábamos una eternidad suficiente para disfrutar nuestro objetivo.

Por eso dicen que la felicidad es esquiva. Por eso, también, debemos concentrarnos en el proceso de pulir y revisar esos nuevos retos que surgen como heridas del pasado.